Las consecuencias de la guerra en la industria
Cuando el mundo aún lidia con una pandemia, Europa enfrenta ahora un escenario de guerra, algo impensable hasta hace muy poco tiempo. Sea cual sea la duración y alcance del conflicto, los daños humanos y económicos ya tienen un gran impacto y tardarán mucho en cicatrizar.
En el plano económico, la pandemia ya había obligado varias fábricas a cerrar o a limitar la producción, creando escasez de bienes y materias primas. Por la misma razão, el cierre de puertos marítimos generó caos en las cadenas logísticas, agravando esa escasez y provocando una subida significativa de los precios y una fuerte presión sobre la economía.
En un año, el coste del transporte marítimo aumentó un 500 por cento y el aluminio alcanzó máximos históricos, llegando a los 4000 USD por tonelada, el doble de los valores previos a la pandemia. En el sector de los semiconductores, hay componentes con plazos de entrega superiores a un año, afectando toda la electrónica de consumo y el equipamiento eléctrico. Según el boletín de febrero del INE, el Índice de Precios en la Producción Industrial en Portugal registró una variación interanual del 20,7 por cento.
Nos encontramos así en un escenario de inflación global generalizada. Por un lado, la falta de materiales limita las ventas y por otro la subida de los precios de materiales y energía reduce los márgenes, creando una fuerte presión sobre las empresas y, en consecuencia, sobre los consumidores.
La invasión rusa de Ucrania no hizo más que agravar una situación ya de por sí frágil. Incluso en un escenario optimista de un conflicto breve, el panorama económico no es alentador.
Es bien conocida la dependencia de Europa occidental del gas natural ruso, pero hay otros productos menos mediáticos, igualmente importantes para la industria, como el neón, el paladio y el aluminio. Los dos primeros se utilizan en la fabricación de componentes electrónicos y semiconductores. En el caso del neón, Rusia produce cerca del 90 por cento del mercado mundial, lo que ejerce una presión significativa sobre una industria que ya enfrenta dificultades para atender la demanda. Por otro lado, con el esfuerzo de guerra, es posible que las fábricas de semiconductores aumenten la producción de componentes de grado militar en detrimento de los destinados a uso civil.
El escenario de guerra, que ya es suficientemente grave desde el punto de vista humanitario, genera nuevas ondas de choque que afectan a una economía global debilitada por la pandemia. Si la COVID fue una fatalidad, esta guerra era perfectamente evitable.
Miguel Allen Lima CEO de Arquiled